Estamos a costumbrados a ver toda clase de vídeos porno en webs como ilove.porn, pero si nos remontamos al pasado, la industria del porno vivió una auténtica edad dorada durante la década de los 70. Era el momento más álgido de la libertad sexual, a pesar de que los ecos del hippysmo ya quedaban lejanos. El sexo había pasado a convertirse en algo intenso y salvaje, que no tenía que ver nada con la paz y el amor, sino simplemente con el placer y el disfrute. Y eso se mostraba también en las películas eróticas de la época, en una industria que comenzaba a despuntar incluso creando grandes producciones. Los cines X se extendieron por todo Estados Unidos, e incluso llegaron a muchos lugares de Europa. Mientras que en algunos países la censura hacía de las suyas, en la Costa Oeste, concretamente en el Valle de San Fernando, el sexo se convertía en un nuevo nicho de mercado. Hombres y mujeres llegados de todo el mundo trataban de convertirse en estrellas de las películas para adultos, a tan solo unos kilómetros del brillo ya no tan fuerte de Hollywood.
Este es el merco elegido por el director Paul Thomas Anderson para mostrarnos la historia de Dirk Digglet, un actor que se convierte en la máxima estrella porno del momento. Con todo lo que eso supone, claro está, porque la visión del director no se queda solo en lo divertido y excitante del placer. La industria del porno movía mucho dinero en aquellos tiempos, igual que en estos, solo que en los 70 las cosas estaban mucho más desbocadas. La droga se expandía sin casi oposición, y muchos consumidores ni siquiera conocían los efectos perjudiciales de lo que tomaban. Y luego estaba el tema del sexo, que había pasado a convertirse en algo importantísimo, casi imprescindible para la vida de muchos. A través del ascenso y caída de Digglet, Anderson nos lleva a un recorrido por finales de los 70 y principios de los 80, mostrando el esplendor y el ocaso de la propia industria del porno. Boogie Nights provocó mucha polémica en un primer momento, por tratar un tema tan tabú todavía a finales de los años 90. Sin embargo, consiguió el aplauso unánime de la crítica y también de un público que necesitaba más visiones arriesgadas como aquellas en temas espinosos. Hoy en día, Boogie Nights es un film de culto.
Su director
Paul Thomas Anderson dirigió Boogie Nights en 1997, con tan solo 27 años, y siendo su primer largometraje de buen presupuesto. Contó con un reparto espectacular y una historia potente que ya había bosquejado casi una década antes, al entrar en la universidad, en un breve corto. Obsesionado con algunos de los cineastas más importantes de finales del siglo pasado, Anderson tomó un poco de De Palma y le pidió prestado el tono intenso y la música salvaje a Tarantino para crear una película que no ha perdido un ápice de interés hoy en día. Tras el éxito de Boogie Nights, el americano consiguió rodar otros largometrajes imprescindibles como Pozos de Ambición, El Hilo Invisible o su última película, Licorice Pizza.
Qué nos cuenta Boogie Nights
La historia de Boogie Nights en realidad muy sencilla, aunque el peso de la acción y lo especiel del largometraje recae, por supuesto, en las manos de su director. La película comienza con el joven Eddie Adams, un chico guapo y dotadísimo que trabaja en un club y no parece encontrar su lugar en el mundo. Una noche se topa con Jack Horner, uno de los mayores productores de la industria porno de la época. A finales de los 70, la industria estaba en pleno apogeo, y los productores eran los auténticos amos del cotarro. Jack descubre el “secreto” de Eddie y le convence para comenzar en el mundo del porno, gracias a la ayuda de Rollergirl, una de sus actrices fetiches. Es así como Eddie pasa a convertirse en Dirk Digllet y a trabajar en las películas de Jack, conociendo a todo su equipo de confianza.
La película nos muestra el ascenso de Digllet hasta lograr convertirse en uno de los mejores actores del mundo del porno, pero también su rápida caída, al entrar en una espiral de drogas y malas decisiones. Los actores y actrices porno son vistos como simples trozos de carne que se exponen frente a la cámara. Parece que no hay sentimientos ni emociones en todo su trabajo, pero luego son vulnerables, como cualquiera. Todos tienen problemas, y las cosas suelen terminar mal cuando estos problemas se van de las vamos. A principios de los 80, tras unos años de gloria, Digllet termina saliendo del porno de manera trágica, siguiendo la máxima de vivir rápido y aprovechar al máximo cada momento. Sin moralinas, sin buenismos, Anderson muestra una realidad que marcó a la industria a finales de su época dorada, en los 70.
Basada en un actor porno real
La película logró llegar a mucho público, pero lo que muchos no saben es que está basada en la historia de un actor real. Su nombre era John C. Holmes, y fue uno de los actores más prolijos de la industria en los años 70 y 80. Como el personaje de Dirk Digglet, Holmes también poseía un pene de un tamaño descomunal, algo que le hizo entrar en la industria siendo todavía muy joven, y le ayudó a labrarse una gran fama en el negocio. Se dice que llegó a grabar cerca de 2000 películas en aquellas dos décadas, y su fama en los años 80 traspasó incluso el mundo del porno. Sin embargo, su final también fue trágico, ya que murió por complicaciones derivadas del SIDA en 1988. Fue una de las primeras estrellas que falleció por este problema una vez ya detectada la enfermedad solo unos años antes. El mundo del porno comenzó entonces a vivir una época oscura, precisamente por esta “pandemia de VIH” entre los actores.
Premios y recepción
Boogie Nights es considerada actualmente como una de las mejores películas de finales de los años 90, un retrato fiel pero intenso a la era dorada del porno. Anderson logró, con tan solo 27 años, demostrar un ritmo y un pulso narrativo impresionantes, arropado también por un equipo inmejorable. Mark Whalberg, que venía de ser una estrella adolescente en la música, calló muchas bocas con su increíble actuación como Dirk Digllet. Heather Graham se presentó voluptuosa en la gran pantalla ante el público masivo con escenas muy subidas de tono que todavía están en la memoria de muchos. Y si a ello le sumamos las increíbles interpretaciones de veteranos como Burt Reynolds o John C. Reilly, la película no puede hacer aguas en ningún momento.
No es de extrañar que en la temporada de premios de 1998, Boogie Nights fuera una de las películas con más presencia. Estuvo nominada a tres premios de la Academia, incluido mejor Guión Original para el propio Anderson. Burt Reynolds no obtuvo su Oscar, pero sí un Globo de Oro, como mejor actor de reparto. Su compañera en la película, Julianne Moore, consiguió muchas nominaciones, aunque no logró ningún premio importante. El reparto, eso sí, se hizo el premio otorgado por el Círculo de Escritores de Florida. La carrera de Anderson despegó con fuerza gracias a Boogie Nights y hoy sigue siendo, para muchos de sus fans, su mejor película.